Renunciar
Renunciar a lo que nunca pasó, a lo que nunca fue.
Pocas cosas son tan dolorosas como renunciar a algo o alguien que se ama, pocas cosas arden en el pecho como ver partir a la persona que uno quiere, ver morir un sueño, ver cómo se disipan las ilusiones de años en… medio minuto.
Curioso es que se tardan días, meses y años en construir y crear metas, sueños, relaciones, pero solo falta un segundo para echarlo todo a perder.
Pero… a veces renunciar significa darle espacio a algo mucho mejor, como dicen “Irse a tiempo de un lugar es llegar temprano a otro lado “
Renunciar tiene un toque de belleza y fe en su accionar.
Renunciar a la espera de algo que nunca llegará y aceptar el dolor que eso conlleva.
Renunciar a una carta que nunca llegó, unas palabras que nunca se dijeron y mucho menos se sintieron. Renunciar a la ilusión de un amor que no fue.
Aceptar que así es la vida, y nadie se muere de amor. Aceptar que el desamor es real, pero también renunciar al pensamiento de “ser una persona difícil de amar”
Aceptar las emociones, pero renunciar a ser dominados por ellas. Aceptar las heridas, pero renunciar a darles permiso para que nos consuman.
Aceptar el dolor de un corazón roto, pero renunciar a pensar que no seremos capaces de amar a otra persona.
Aceptar y renunciar al dolor y libertad que ambas conllevan.